La Puerta de la Humanidad, y la Manifestación del Nombre de Verdad
¿Es acaso posible que Allah Todopoderoso, Quien es adorado por derecho, creara al ser humano dentro de la creación como el más significativo de todos Sus siervos con respecto a Su soberanía absoluta y con respecto a Su soberanía universal en todos Sus reinos; que Él hiciera al ser humano el recipiente más considerado de Su discurso glorioso, el espejo más univers al de la manifestación de Sus Nombres; que Él lo creara como el milagro más hermoso de Su poder de la forma más bella, para recibir la manifestación del Nombre Más Grande, así como también esa calidad del Nombre Más Grande inherente a los otros Nombres, para que pueda evaluar y percibir los contenidos de Sus tesoros de misericordia; que Él lo hiciera un investigador de secretos equipados más que cualquier otro ser con balanzas e instrumentos; y que Él lo hiciera el más necesitado de todos los seres con respecto a Sus infinitos dones, el que más sufre de la aniquilación y el que más desea la inmortalidad; que Él lo haga el más delicado, el más pobre y más necesitado de los animales, el más desdichado, sujeto a dolor en su vida mundanal pero el más sublime en cuanto a su disposición, en la más elevada de las formas y caracteres; es acaso posible que Allah Todopoderoso hiciera todo esto con el ser humano y no lo enviara al Reino Eterno para el que está adaptado y calificado y al que tanto anhela? ¿Es posible que Él negara así toda la esencia de la humanidad, actuara de una manera totalmente contraria a Su propia veracidad, y realizara un acto de injusticia que el ojo de la verdad debe considerar horrible?
Nuevamente, ¿es acaso posible que Quien gobierna con justicia, Cuya misericordia es absoluta, le otorgue al ser humano tal disposición que acepte la Confianza Suprema, de la cual tanto los cielos como las montañas se encogieron, para medir y saber, con sus medidas y artesanías ligeras e insignificantes, los infinitos atributos, las obras universales, las manifestaciones infinitas del Creador; que Él lo creara como el más delicado, vulnerable, débil e impotente de los seres, y aún así confiarle la regulación de toda la vida vegetal y animal sobre la tierra. Hacerlo intervenir en sus modos de adoración y glorificación de Allah; que Él lo haga una representación en miniatura de Sus procesos cósmicos; que Él lo haga proclamar Sus soberanía gloriosa a todos los seres, de palabra y con acciones; que Él lo prefiera a los ángeles y le de el rango de vicegerente; es acaso posible que Allah le otorgara todo esto al ser humano y no le diera dicha eterna, el propósito, resultado y fruto de todas estas tareas? ¿Que Él no lo lanzara a un nivel bajo, como el más desdichado, desafortunado, humillado y sufrido de todos Sus seres; o que Él hiciera de la inteligencia un don de Su propia sabiduría y una herramienta bendecida y luminosa para obtener la felicidad, una herramienta de tormento desfavorable y sombría para ese desdichado, así actuando en total contradicción a Su excelsa sabiduría en proporción a Su misericordia absoluta? ¡No, de ninguna manera es posible!
En breve: Tal como vimos al observar la identidad de los documentos de un oficial en nuestra comparación que su rango, tarea, salario, instrucción y equipamiento demuestran que él existe, no por algún campo de batalla temporario, sino que procede de algún reino permanente, para el cual él está haciendo un gran esfuerzo, así también aquellos a quienes la verdad y la certeza les ha sido revelada están de acuerdo unánimemente en que las sutilezas inscriptas en el libro del corazón del ser humano, los sentidos escritos en el cuaderno de su intelecto, el equipamiento contenido en su carácter esencial, todos se dirigen hacia la Dicha Eterna; se les dio a los seres humanos y se diseñaron según este objetivo supremo.
Por ejemplo, si a un siervo e ilustrador del intelecto llamado “el poder imaginativo” le dijeran: “puedes tener un millón de años de vida y gobernar sobre el mundo, pero al final te convertirás en la nada”, reaccionaría con pena en lugar de placer, salvo que se engañe con una fantasía vanidosa y la interferencia del alma. Lo más grande de las cosas trascendentales no puede, entonces, satisfacer la facultad más pequeña del ser humano.
Es, entonces, esta disposición del ser humano – sus deseos de extenderse hasta la eternidad, sus ideas de abarcar toda la creación y sus deseos que comprenden las distintas variedades de la dicha eterna – que demuestra que ha sido creado para la eternidad y por cierto procederá hacia la eternidad. Este mundo es como un hospedaje para él, una sala de espera para el Más Allá.